Por estos dias se celebra el VI Congreso Internacional de la Lengua Española, en Ciudad de Panamá, continuando con la tarea de los congresos de Zacatecas (1997), Valladolid (2001), Rosario (2004), Cartagena de Indias (2007) y Valparaíso (2010), y forma parte del programa de conmemoraciones del Quinto Centenario del Descubrimiento del Océano Pacífico.
Y a propósito del citado congreso, en la revista Babelia de el periódico El Pais de España, el peruano Julio Ortega ha escrito un artículo precioso sobre nuestro idioma, del cual comparto algo de éste.
“Insisto en que lo que tienen en común el catalán y el quechua, el vascuence y el aimara, el gallego y el zapoteca, es la lengua castellana, cuya extraordinaria diversidad sólo puede ser horizontal, esto es, de todos. Tanto, que esa comunalidad es un territorio proyectivo, virtual y actuante, donde esta lengua de mediación tendría que hacerse cargo de su horizonte creativo, el plurilingüismo trasatlántico. No es casual que César Vallejo haya reescrito el español, desde su primer poema hasta su último canto a España, en tiempo futuro. También Borges, Lezama Lima, Paz, Fuentes y Cortázar creyeron que el español era una forma de la inteligencia del mundo hecho más nuestro.
En Nicaragua las comunidades hablaban varias lenguas. El español les vino del panteón nativo enviado por sus dioses para mejorar la conversación. Intensificaron el comercio, prosperaron en el intercambio, y se apoderaron de la lengua invasora. Venia esa lengua recargada de armaduras y jerarquías, de modo que ellos hablaron, por primera vez en el orbe ibérico, un español mundano, horizontal, igualador. No sé de otra área donde un lenguaje europeo, íbero-judeo-arábigo, haya sido ejercido con más libertad que en su cuna. Rubén Darío, un verdadero milagro de la lengua, fue posible en esos maravillosos territorios verbales del español de extramares que son Cuba, Puerto Rico, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala, Panamá y las costas de Colombia y Venezuela, cuyo anfiteatro lingüístico es tan reverberante como el del castellano del Medioevo. No se puede borrar con una mano lo que se escribe con la otra”.